-Primero, mucho alcohol. Cerveza y Tinto que sean libres para toda la comunidad. Segundo: una buena pista de baile, para mí solo. Bien elevada, quiero que me vean todos. Y con cámaras y proyectores en paneles blancos. Tercero: . Emm. tercero, terceeero … bebida, pista … y ¿qué mas era?
-¿Alguna
-Fuegos artificiales. Ahí está, concha, que no me salía. Y de todos los colores. Y globos con Helio. También, de todos los colores. No, mejor que sean todos de un color. Que sean todos amarillos. Muchos. Todos los que consigan.
-Ahá, bieeeeennn- dije mientras terminaba de anotar, alargando sus letras para que el otro me de tiempo- ¿Algo más?
-Carne. Mucha carne. Y chorizos. Que traigan todo del país este…el de la carne…
-¿África?
-No, ¿África, carne? No, otro. El de Maradona. ¿Cómo es?
-Ahh. Argentina., si. Nunca volvieron a ganar el mundial. Y eso que siempre son candidatos.
-Sí, ese. Es que son unos pichis. Pero tienen la mejor carne. En todo sentido. Por eso. Que traigan también a las minas. Y que se traigan también a los cocineros. No sabés qué buenos son. Yo cuando fui me acuerdo que en una marcha de no se qué vendían estos tipos en unas cajas conservadoras los…
-Emm, ¿necesita algo más? Porque no quiero perder mucho más tiempo
-Pará, pará que te cuento. Porque justifica la decisión. Los tipos vendían chorizos en cajas conservadoras . Pero los hacían ahí en el piso con troncos, asi nomás. Pero quedaban buenísimos eh. Por eso te digo que los traigan, entendés. Así que averiguá quiénes son y que los traigan a todos.
-Bien, ya lo anoto.
Así seguimos. Cuarenta minutos más. Es que los preparativos de la gran fiesta no podían ser menos. El papa me hizo anotar el resto: un buen DJ, cotillón, “la catapulta de la que te hablé”, pasajes en avión para todos los asistentes. Ningún detalle puede perderse en una fiesta de tal magnitud.
Y sí. Se mueve plata. Y mucha. Solo los años, hacen que los objetos adquieran valor simbólico (eso me lo dijieron). Además toda la guita de donaciones de los católicos fervientes. Mucha más guiíta que una fábrica de jabones.
El problema, me dijo Pío más tarde, “es que hay católicos que se niegan a creer que esto ya terminó. Que de ahora en más Dios funcó. Que en realidad todo fue acomodar un poco las cosas y hacer de la religión un mercado. El mundo consumista, nació con nosotros -dijo, emocionándose- ¿Te das cuenta? Hubo un buen ojo comercial -mientras los ojos se le entrecerraban de emoción- ¿Cómo te crees que Dios estuvo siempre? OOhh Dios es atemporal. ¡Minga es atemporal! Es cuestión de pensar un poco macho. NOoo, lo que pasa es que Dios pertenece a un plano mental, no es físico, por eso no envejece ni nace, siempre estuvo. ¡un plano mental! ¡pero qué hijos de puta! -dijo, riéndose se la manera más tosca y brutal- Nosotros somos entre la gente de los más nihilistas. Vos pensá: sos papa. Sos la máxima palabra para un montón de gente. Tenés renta de la mayoría de los Estados. Tenés incidencia política. Sostenés un engaño de hace más de dos mil años. ¡Y bueno viejo! A todos nos conviene. Hagamos una fiesta, vendamos todas nuestras propiedades por todo el mundo. Llenémonos de guita. Obvio que yo soy uno más. Pero beneficia a todos eh. . Porque como te dije, no soy yo. La cuestión es que nunca hay que contar. Si contás, te vas como por un pozo ciego. Terminás allá abajo, con los pelotudos buscándote al pedo, aunque ya estás muerto. Entonces ese es el principio número uno. Y el dos, el tres y el cuatro también. No contar. La iglesia tuvo poder porque nunca abrió sus puertas y así se lo fue ganando. Siempre disfrutando, pero sobre todo la-bu-ran-do. Muchos tambien de acá son políticos o dictadores frustrados, y acá hacen lo que quieren. Van entrando de a poco, por contactos, hablando. Unos 15 por año entraban. Así de fácil y así de dificil. Y bueno. Vivo la vida. 400.000 personas, minas de todo tipo, pista de baile, DJ. ¿Qué más quiero? Además soy jóven y ya no tengo que trabajar. Puedo hacer lo que quiero. Puedo viajar, dedicarme a la fotografíííía. Además pensabamos … si no lo hacíamos nosotros lo iba a hacer algún otro hijo de puta más adelante. Y nosotros viviendo como pelotudos. Además ahora tienen trabajo los historiadores. ¿Te das cuenta que siempre vamos a mover guita? Ése es el ojo. Vos fijate: los griegos, los egipcios, los indios: todos tenían su dios. Y ahí se nos abrieron las puertas. Esos tipos antes no entendían mucho, porque dios era gratis. Todo lo que había que hacer era registrarlo. Teníamos que registrarlo. Y ahí nace el mercado. Chochos tendrían que estar Wal Mart, Sony, Clarín. Igual nosotros no somos los primeros en desmoronar esto eh. Todo este oro-me dijo, señañalando partes del techo y determinadas molduras-, "OOhh el vaticano está lleno de oro mientras la gente muere de hambre", es mentira. Es imitación. Lo cambiaron hace un tiempo. Pasa que como no se toca, pasa. Igual esto se vende carísimo, es una joyita. ¿Viste que te hablé del valor simbólico? Bueno, ahí lo tenés. Vale porque es hierro pintado, pero del vaticano. No de tu casa. Es historia. Cuando un objeto se carga de historia, vale. LO QUE PASA -me dijo cuando vió mi cara de “no entiendo ni te creo mucho lo que me contás”, y movió la suya como la de los perritos de los autos (que solo mueven la cabeza con el movimiento del vehículo), intentando decir “yo te voy a explicar, nene, yo te voy a explicar y más vale que me entiendas”- es que los historiadores son unos boludos. Se roban entre ellos. Entonces nunca van a saber nada. Pero de algo tienen que vivir. Pero bueno. Ahora tengo la cabeza en la fiesta. Seguro que no va a venir ningún católico. Pero no importa. O por ahí vienen esos católicos de ahora que lo son porque sus padres le hacen tomar la comunión pero les chupa un huevo todo. Pero bueno, los que no quieren venir que no vengan. Lo que pasa es que les dimos el chupete y ahora no lo quieren largar. Pero no importa. Gente va a venir seguro. Te vas a sorprender”, me dijo, como si fuera una inquietud mía el tema de la gente que iba a asistir, y terminando con un gesto aprobador y yéndose rápido.
Ordenó además que fabriquen reguladores de temperatura para el Tiber. Después del baile y la música, la fiesta seguiría en el agua. “15° va a estar bien. Por ahí un poquito más, poquito menos, miralo vos, que esté tibia, pero estable. Y fijate que hagan algo que no transmita corriente. Sino ahí sí se arma”.
miércoles, 30 de enero de 2008
Mi encuentro con el papa. (Parte Uno de Dos)
miércoles, 16 de enero de 2008
El ya "mito" de Carlos Tejedor
Es invierno, y tengo frío en el Bolsón. Ya no salgo hace mucho tiempo. Desde mi ventana se ve el lago Puelo. Vivo de la pesca, tiro la carnada desde la ventana y espero; paso la tanza por un agujerito para poder cerrar la ventana, y espero. (A que pique). Así me alimento. La trucha que pesco la cocino con sal: no tengo gas. Siempre dejo un pedacito para volver a tener carnada. Ya casi no salgo de casa.
No por viejo.
No por haragán.
No por capricho.
Por miedo.
Sí, tengo miedo a salir.
Me presento: hola, mi nombre es Carlos Tejedor. Tengo dos hermanos, uno se llama Carlos Tejedor, como yo, y el otro se llama Carlos Tejedor: como mi hermano y como yo. Mi padre, hace muchos años, ha derivado sus grandes campos de por aquí: una porción para cada hermano tocó. Mi padre quería, como el padre del cautivo y como dice el dicho: "Quien quisiere valer y ser rico, siga o la Iglesia, o navegue, ejercitando el arte de la mercancía, o entre a servir a los reyes en sus casas", que cada uno elija uno de esos destinos. Cada uno de nosotros eligió uno de esos.
Nuestra gran tradición familiar, es la de tejer. Tejemos lo que sea, en muy poco tiempo: posapavas, escarpines, alfombras, mantas, pulloveres, bufandas, cubretelevisor, o lo que fuere necesario. Lo llevamos ya en la sangre, supongo. Me parece que cuando una familia insiste mucho en algo, queda grabada en el ADN la "habilidad". Mentira, no me parece: pero en nuestra familia se da en que todos tejemos a la perfección y tenemos muy mucha habilidad. Por ejemplo, si ando con tránsito lento y voy al baño, por ahí me tejo un pullover, o unos guantes, depende lo que me surja en el momento.
Retomo el relato: mi padre nos regaló parcelas enormes a cada uno de nosotros. Él se quedó igual con un pedazo para seguir con su vida; "me quedan treinta centrímetros de vida ya a mi" decía, e insistía agarrarse una parecela de treinta por treinta, para quedar parado y nada más. Siempre fue de pensar así las cosas. Lo convencimos que le quedaban treinta metros, entonces al menos pudo vivir.
El día de la subdivisión, mi padre decidió hacer un asado de despedida. Siempre me dieron "cosa" los asados a la noche. Siempre le tuve miedo al Peque Malo. El Peque Malo es famoso por estos lares: te mata de un susto: se te cuelga, agarra tu cabeza entre sus manos, te mira, y te hace una cara horrorífica; después te tira al lago. De ahí su maldad: ¡Te tira al lago! ¡Hijo de puta!
Pero ese día comimos hasta que casi me olvidé del Peque. Vimos que mi padre había ordenado su parcela: había amontonado: por un lado paja, por el otro ramas, y por el otro, piedritas y cemento plástico de rápido secado para la construcción.
Con mis hermanos, nos desafiamos hacer cada uno un pullover con esos materiales. Yo elejí el de paja, por practicidad. Un Carlos Tejedor eligió las ramitas. Y el otro, el más orgulloso, el cemento: cómo era de secado rápido y medio de goma, hizo hilos de cemento, con la forma justa para tejer. Mi padre sería el jurado.
¡Ah, qué belleza! Qué BE LLE ZA esos pulloveres. El de ramas era bárbaro, eran ramas verdes. El de mi otro hermano, el de hormigón, estaba bueno también, y lo pintó con unas frambuesas que encontró ahí. El mío, de paja, era medio medio, aunque estaba lindo, veraniego, pero más bien parecía una esterilla. Fui el primero en terminar, luego mi hermano de las ramas, y luego el otro. Mi padre eligió al de hormigón: "fue el que más trabajó", y después "pero los tres están muy lindos". Nos los pusimos, y nos dedicamos a juntar la mesa.
Luego de éste banquete, cada uno se dirigió a su casa. "Tengan cuidado: que el Malo no les agarre de la cabeza", dijo mi padre.
Había mucho viento. De golpe escuchamos el crujir de las ramitas. Siempre creímos en el peque como en el cuco: no sabés cómo es pero sabés que existe, y por las noches. A mí me pasaba como dice Dostoievski en Memorias del subsuelo: "soy lo bastante instruido para no ser supersticioso, pero soy supersticioso". Íbamos los tres por el mismo camino. Lo identificamos: era el malo, que quería comernos. Comernos una forma de decir. Y empezamos a correr. Y notamos que se nos avecinaba. Mi hermano gritó: "¡El Cuco! ¡El Cuco! ¡El Cuco!". Le salió así del miedo que tenía. Pero al malo no le gusta que lo confundan. Entonces aceleró su velocidad. Sabíamos que nos iba a cagar. Cagar una forma de decir. Mi hermano, el de pullover de hormigón, se empezó a quiedar sin fuerzas: el pullover le hacía usar mucha más energía para correr y comenzó a agotarse. No escuchamos más de él al rato. Tal vez lo agarró, tal vez no. Pero enseguida volvimos a sentir los pasos. Mi hermano tejedor, el de las ramas, le pasó algo peor: las ramas estaban trenzadas tan fuerte que empezaron a soltarse con muchísima presión y darle latigazos, lo cual hizo que se le desgarre parte de la piel y empieze a sangrar. Tuvo que frenar la corrida. Me dijo que siga, que se iba a arreglar. No escuché más de él, y al rato escuché otra vez el ruido del malo, y cada vez con mayor volumen.
Pasó algo extraño: en esa situación límite, saqué energías de no sé dónde y pude aumentar mi velocidad, esquivando en plena velocidad los árboles y estando cada vez más próximo a mi casa. TOdo ésto cuando, casi sin creerlo, por el raspor de las pajas, saqué una chispa. Por la fricción. Y otra, y otra, hasta que me prendí fuego, justo cuando el malo me alcanzó, y metomó de la cabeza. Y sorpresivamente el fuego le quemó las manos. El Peque Malo gritó como nunca había escuchado gritar a nadie, inclusive un sonido tan fuerte, hizo que se me acelere el corazón, de lo largo y continuado. Llegué a darme cuenta que me soltó y que comenzó a alejarse, cuando, antes de salir disparado me dijo: AHhhhh CONCHA SECAAA..!!. No sé por qué me dijo eso. Pero salió corriendo agitando sus manos y golpeándolas en la cabeza.
Yo estaba prendido fuego y comenzaba a tener calor, por lo cuál me dí un chapuzón rápido en el lago, y me metí adentro.
Desde ese día salí muy poco de casa.
Y desde ahí tengo miedo.
Cuando salgo, llevo un pullover de paja reforzado, y un encendedor.
Tengo miedo a volver a encontrarme con el Peque Malo. Pero más miedo tengo de ver flotando en el lago el pullover de ramas. O cuando pesco, traer de sorpresa uno de hormigón.
No me interesa ser rico tampoco, aunque me hubiera gustado poder navegar, como le había dicho a mi padre.
jueves, 3 de enero de 2008
Vi toallas
"Vi toallas. Colgadas, secas. No eran toallas, eran pañuelos. Me los confundo porque cumplen funciones similares: quitar sustancias del cuerpo. Tampoco es que me los confundí con papel higiénico"
Hola amigo, qué tal amiga.
El autor de este espacio ha decidido incluir en bastardilia (las de más arriba) una breve introducción para (ejem)introducirse en un tema que usted no debe haber pensado aún: la virgen de los pañuelos. Aquí va:
Sierra de los padres. Partido Gral Pueyrredón. Verano de 2 0 0 _ . Apenas llovizna.
Con mucho ímpetu turístico familiar, nos decidimos ir a recorrer Sierra de los padres. Ya no recuerdo la razón inicial. No creo que haya sido la virgen de los pañuelos: nadie cree ni en X en nuestra adorable familia. En ese momento mi hermana menor sí creía e iba a misa siempre que podía, pero su fuerza en las decisiones familiares era prácticamente nula. Después ella terminaría como ya sabemos.
Resulta que en éste lugar hay, como su nombre lo indica, sierras. Y una de ellas, de los pañuelos. En alusióm a la virgen de los pañuelos. Me olvidé la historia detallada del por qué de éste nombre, pero la cuestión es que se apareció la virgen sus varias veces, hizo algunos milagros ponele, y ya está. Algo así era, no me acuerdo exacto. La cuestión es que por alguna razón identitaria que hay que tener, los pañuelos ocupan un lugar central en ese relato que no recuerdo nítidamente, y el cristiano deja su pañuelo made in china colgado de una soga que hay como si fuera la de tender la ropa, atado, junto con un deseo equis. (Cuando digo Cristiano me de la sensación de tener un error: si es Cristiano, debería aludir a un tal Cristio o Cristian; de ser Cristo seguro, debería ser Cristano. Qué te parece cholito).
Al pie del cerro, que es mucho más tradicional que decir de la sierra, hay puestos. No de choripanes, sino más bien de cosas místicas. Lo decía guardiola: la inmensidad de la montaña hace que el hombre se vea pequeñito y sea más creyente. Qué se yo si es eso o qué, pero me gustaba lo que decía Guardiola. Vendían piedras de la suerte, rosarios, té, y, casualmente: pañuelos. Una vieja. Una arrugada pero creible vieja. No está mal: a quién se le ocurre ir con pañuelo en verano, o sino, si es en invierno, dejar un pañuelo usado, o descartable. Descartable no conviene nunca, porque mirá si se te vuelve en tu contra y se te cae una piedra de la montaña o algo así, no sé, pinchás, o peor: el deseo también es decartable y te dura un ratito.
Entonces la vieja piola te vende pañuelos. De distintas calidades, desde baratitos y feones a algunos un poquito mejor. Cuanto más deseas, mejor pañuelo te conviente comprar supongo, para forzar un poco más la suerte.
Todo ésto, no tendría sentido que lo mencione sin figurar al personaje principal: el nieto, el criado, el empleado, o lo que sea de la vieja: un niño que hace la otra parte del trabajo. ¿Qué hace?. Una vez que la gente deseó, se emocionó, lo vivió, etcétera, y colgó su panuelillo, una vez que la montaña está vácia de intrusos, vuelve a recoger los pañuelos vendidos, que serán revendidos al otro día, por esa vieja que tanto le creíste. Pero es el negocio. A veces los pañuelos, de tanto uso, ya no pueden volver a ser vendidos, sino que el nieto directamente los deja colgados.
Entonces sucede una serie de preguntas similares, hechas en el tono en el que Borges hablaba sobre el Rhin. Deben ser leídas, debido a una especie de homenaje que hace el lector, evocando la cabeza de Borges junto con su voz:
¿Cumplirá la virgen con los deseos que la gente dejó, una vez que el chiquillo retiró los pañuelos? ; ¿los deseos quedan registrados en los pañuelos? ¿Se suman los deseos, es decir, una vez que es colgado nuevamente al otro día, los deseos (el de éste que lo cuelga y el de los anteriores), se cumplirán si es que el pañuelo quedara ya por invendible?; ¿cuál es el tope de deseos que un pañuelo puede albergar? ¿se da por agotamiento, por cantidad, o por calidad de deseo que cumple?. La soga que está para colgar los pañuelos: ¿la habrá puesto El Señor?; ¿o la virgen tal vez colgara su ropa?
Esto es todo. Espero que no te disgustes con la vieja y la salgas a matar. De todas maneras, así es el negocio. Si no me crees o querés más pistas, o no sé, leete a Leo Moledo que, si bien describe otra situación que nada que ver, explica ésto que pasa mucho mejor que yo, claro está.
http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/index-2006-12-13.html
Sí, eso es todo. Salvo ésto: pido perdón a Borges, por simular torpemente su estilo. Y a Leo Moledo, por incluir su nota sin previa pregunta, pero se debe a que no lo conozco.